martes, 1 de abril de 2014

A propósito de Chile / Lollapalooza y Ana Tijoux. La Nana como ideologema.

Siempre me ha llamado la atención que en Chile se nombre como “nana” a una mujer que trabaja como empleada doméstica o “tía” a la mujer que cocina en el comedor de alguna escuela o universidad, también a la madre de algún amigo, pero creo que éste último corresponde a otro tipo de nombramiento. De todos modos, siempre me costó decirle “hola tía” a la mamá de alguna compañera que no era mi tía, y como estudié en una escuela un poco de mierda, ese no-tía se convertía en otra raya para la suma. A finales de los años ochenta, créame, no era facil en Chile llamarse Mía a los diez años, menos aún con acento venezolano y siendo hija de una madre pintora y soltera. Era espantosamente complicado ese saludo, hasta que empecé a encontrar maravillosos grupos familiares y allí tuve que empezar a llamar por su nombre a Silvia por ejemplo. Del portón hacia la calle de mi colegio común y corriente, aparecía un pequeño mundo en el que encontraba a mis pares.
En varias ocasiones he discutido sobre este eufemismo que no me gusta: “nana”, y es increíble como la presencia de una memoria infantil impide comúnmente que algunas personas reconozcan la doble vincularidad del término. Me gusta pensar que es una especie de afecto culposo de clase. Y no hay nada de malo en reconocer las culpas imbricadas con los afectos que una sociedad patriarcal, racista y clasista, deposita en nuestras subjetividades. Creo incluso que éste es un gesto saludable y que deberíamos empezar a llamar por su nombre a todos los seres humanos, a todos los tipos de trabajo y, por supuesto, a todas las expresiones de desigualdad y segregación. Bueno, si la desmesura del cariño la o lo conduce hacia algún tipo de bautizo onomatopéyico, sea original y no use el genérico “nana” por favor. Acuda a la fuerza de la creatividad que se desprende del amor en todas sus manifestaciones, y sea peculiar.  
Me asombra esta libre conceptualización del sentido común en torno a la palabra “nana”, que considero más que un nombramiento un membrete, por varias razones,  creo que la primera tiene que ver con la extrema feminización del tipo de trabajo que se intenta borrar al nanear a una mujer ‘asesora del hogar’. La figura del “nano” digamos que no es masiva. Las tareas de una empleada doméstica, con o sin salario, no son únicamente hacer el aseo y cocinar la comida, las labores de crianza comúnmente están  incorporadas e invisibildadas en este tipo de trabajo. Culpemos a los griegos de la Grecia Clásica que hicieron un festín liberándose así mismos de las exigencias propias de la vida cotidiana!
Las mujeres aún estamos condenadas, con alto grado de exclusividad, a estos oficios y roles, lo que sucede es que en sociedades con fuertes rasgos segregacionistas como la chilena, en los sectores con más dinero se externalizan algunos de los quehaceres asociados comúmente a la población femenina. Y, seamos honestas, en una sociedad de clases no es sólo la mujer que trabaja de empleada doméstica la que extiende su rol de madre y de cuidadora del hogar hacia su lugar de trabajo remunerado. La grave de todo esto es que en el Chile de hoy ser segregadas significa compartir un cuerpo específico, un color de piel y una determinación biológica que está amarrada a una condición socioeconómica. Segregación racial / sexual y de clase. Aquí se insulta a los hombres diciéndoles ‘mamita’, ‘mujercita’, y ‘hueca’ como hace un par de días a Alex Anwandter.
Vivimos en una sociedad habitada contradicciones lógicas: blanca/negra, memoria/olvido, pobre/rica; una especie de ‘binarismo cognitivo’ que a partir de un modelo único hegemónico -propio del capitalismo- (hombre / blanco / occidental), ha establecido que toda diferencia es un opuesto antagónico. Bla bla bla bla blá, eso ya lo sabemos. Agregaría además, que la noción más básica de justicia sugiere que allí donde todo tiene un precio, todo puede ser pagado. Supuestos instalados por grupos poderosos y por supuesto minoritarios, que van siempre de la mano con aparatos religiosos e intelectuales colonialistas, capaces de articular una racionalidad en virtud de la cual hemos conocido el horror. Cuando el orden biológico se instala como un argumento político, aparece el campo de concentración y el exterminio.
Sigo haciendo libres asociaciones entre trabajo y género, e intento buscar trabajos mal pagados que sean mayoritariamente de hombres. Se me ocurren los zapateros, basureros y los bomberos que son voluntarios … ¿?. Y todo a propósito de la extraña ‘agresión’ que vivió Ana Tijoux, a quien considero una hermana, en un festival (Lollapalooza) que vendió entradas entre 100 y 450 dólares, en un país en el cual el salario mínimo es de 378 USD. ‘Cara de nana’ le gritaron mientras cantaba en el escenario principal…. ¿Y qué hacía el resto el público?, ¿Alguien dijo algo?
La verdad es que no dejo sorprenderme y a la vez de aterrorizarme un poco, porque en esa situación son los rasgos indígenas que Ana tiene los que hicieron únicamente alguien recordara a la mujer que lo crió, y creyera que la forma en que la ha nombrado durante -vaya una a saber cuántos años-, sea un insulto. Lejos de pasiones proselitistas, la idea que la pobreza tenga un genotipo (‘el rostro del pueblo pobre’) me parece espeluznante, tanto como disfrazar a los niños de revolucionarios con una M16.
Recuerdo las palabras de Roxana Miranda: “Hemos criado a sus hijos, hemos lavado sus ropas y hemos limpiado sus casas para que ustedes puedan estudiar, tener trabajos dignos y ser nuestras autoridades. Pero nos han traicionado”, y me imagino a ese rubio/rubia desaforado gritando. ¿Era rubio?
Entonces luego pienso que nadie anda por la calle, o por los festivales, gritando como supuestos insultos: ‘cara de basurero’, ‘cara de zapatero’, ‘cara de bombero’ (podría hacer una lista interminable de trabajos mal pagados en Chile, agregaría profesora claramente, pero busco el cruce con el género). Tampoco encuentro muchos más eufemismos, menos aún si se trata de algún trabajo típicamente masculino. Y como resultado de mis fugaces búsquedas de pronto aparece, y veo contundente, el pastiche cerebroafectivo y doblevincular del rubio que grita. Y me estremece la cagada de futuro que tenemos si la clase que está en el poder se sigue reproduciendo ahí mismo, accediendo a la ‘mejor’ educación, salud y alimentación / calidad de vida, en un lugar en el que todo está privatizado. 
Y aunque humana e inteligentemente Ana no se sintió insultada porque le han dicho empleada doméstica, porque es un trabajo que valora y ejerce criando y cuidando a su familia, lo que sucedió es un acto de violencia machista. Vaya a su memoria y busque algún cantor hombre chileno que tenga rasgos de pobre o de indígena y que pueda vivir de la música, que le hayan gritado ‘cara de nana’ mientras estaba trabajando. Yo, no encuentro.





4 comentarios:

  1. Muy lúcido comentario... es terrible todo lo que hay detrás de esa frase... nunca escuchaste a alguien hablar del "olor a nana"? Me parece que es aun más terrible porque ya ni el rostro es lo que nos diferencia, sino sutilezas que ni con cirugía plástica... la nana tiene otro olor, es casi otra raza... menos sofisticada obviamente.

    y bue... yo fui a lollapalooza... es el tipo de lugares donde es fácil cagarse de onda si miras mucho a tu alrededor y claro que es desmedidamente caro... soy contradicción, goce y culpa.

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  2. contundente, siento como haberlo escrito tras un largo camino juntos y juntas a a tantos y tantas .... Claudio Escobar Cáceres

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  3. Creo que no te imaginas cuanta mas reflexión cabe en lo que describes .Esta claro que el colonialismo y el racismo nunca se ha ido

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    1. Esa es la idea, inspírese y contribuya con profundizar la reflexión!

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